Cables, preguntas incómodas, nervios y un objetivo: determinar tu honestidad
¿Estarías listo para una entrevista con polígrafo?

1.

Cuando a Iván le preguntaron si alguna vez se había drogado dijo que sí. Cuando le preguntaron si tenía tatuajes respondió que sí. Cuando le preguntaron si había recibido dinero o algún beneficio extraoficial por su trabajo dijo que no.

Era la verdad, y aunque tal vez en otras circunstancias hubiera mentido para no ser juzgado socialmente, ahora la entrevista no daba para eso: unas placas en los dedos, unos cables a la altura del pecho y un sensor debajo del asiento –aunque él no lo sabía– lo conectaban a una computadora, misma que a través de un software medía sus reacciones corporales: palpitaciones, sudoraciones y el timbrado de su voz.

Estaba nervioso.

2.

Para llegar al polígrafo tienes que superar varios filtros. Es muy improbable que desde la primera cita en una empresa te hagan esta evaluación. Regularmente, primero debes platicar con Recursos Humanos, luego con el o la encargado(a) del área en la que quieres trabajar y por último con un especialista que manipula e interpreta dicho instrumento.

Hay algo importante que decir: no se trata de un detector de mentiras y siempre serás tú quien decida si aceptas o no este tipo de prueba.

3.

Iván es diseñador gráfico, y es rarísimo que a los diseñadores gráficos los entrevisten así. Para ningún otro puesto había vivido algo similar. Se tranquilizó con la charla previa que tuvo con la poligrafista. Ahí ella le explicó que se trataba de una política de la compañía, que todas sus respuestas eran confidenciales y que en realidad la actividad no era para aprobar o tachar su vida, sino para determinar su honestidad.

Además, las preguntas serían lo más específicas posibles y él sólo debía contestar con un  o un NO. Y aunque –otra vez– él no lo sabía, entre plática y plática ya estaban a la luz los temas que después corroborarían frente a la computadora.

 

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